jueves, 10 de mayo de 2012

El teatro se tomó al Gimnasio del Norte

Por: Hanssel Gebauer.
Oficina de Prensa Y Cultura.


 
"Quién a roto mi cántaro”  de Heinrich Von Kleist, fue la puesta en escena que la universidad central en convenio con el teatro libre de Bogotá presentó para los estudiantes del Gimnasio del Norte en el auditorio y centro de convencionesDos Pioneros.

La historia del cántaro estrenada en 1806, es la única comedia del poeta, dramaturgo y novelista alemán, un montaje que posee una aguda crítica a la corrupción de la justicia, la prevaricación, el abuso del poder público y el interés por los bienes materiales sobre la felicidad; una realidad no muy lejana a Colombia, un país donde la justicia normalmente tiembla.

El juez adán, Litch, Bernarda, Marta Margarita, Eva, Rupercht, Ulrika y Brigitte, personajes de la entretenida comedia fueron representados por los estudiantes de octavo semestre de la universidad central, quiénes se mostraron complacidos por el excelente público norteño.


 
La historia del Cántaro.
Fuente: shvoong.com

El juez Adán, con dos feroces golpes en la cabeza, cojo, sin su peluca oficial recibe en su despacho un caso singular, justamente cuando llega de sorpresa el Consejero de Justicia, en gira de inspección para mejorar el desempeño de los tribunales en las zonas rurales.

Se
trata de averiguar quién ha destrozado un cántaro en el dormitorio de la joven Eva. Su vociferante madre señala como principal sospechoso a Ruperto, su prometido. Él lo niega y deja en claro que lo que está roto, además del cántaro, es el compromiso de boda con su hija, pues el culpable de desbaratar el jarrón estaba en el cuarto con ella. Él supuso que era el zapatero y forzó la entrada al cuarto para atraparlo, mas solo alcanzó a golpearlo dos veces en la cabeza con el picaporte arrancado de la puerta, antes de que se escabullera por la ventana.

Marta,
la madre de Eva, no se deja convencer ni siquiera con la promesa de su hija de decirle el nombre del culpable en secreto, solo a ella. Tampoco Eva logra restaurar la confianza de Ruperto relativa a su amor por él.

El
juez Adán, ante la sorpresa del Consejero, asevera que hay que castigar a cualquiera de los dos y de ninguna manera a un tercer sospechoso. Pero las pruebas incriminatorias estrechan cada vez más el círculo en torno al juez como culpable de la rotura del cántaro, de aprovecharse de su autoridad para mandar al zapatero fuera de la ciudad, de citar a Ruperto con una orden de reclutamiento falsa para chantajear a su novia Eva y seducirla, además de mentir acerca de la pérdida de su peluca que evidentemente colgaba de las parras contiguas a la ventana de la joven.

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